Los días pasan veloces. Últimamente hay que cogerlos por los pelos para que cundan un poco. Y enfrentada a estas velocidades de lo que nos gustaría que durara más, está la pesadez de lo que quisiéramos que desapareciera de un plumazo. Para disponer de nuestro tiempo. Y que no nos ahoguen más con malas noticias ni nos empujen con disposiciones histéricas.
Y entre estos impulsos encontrados está la calma, el sosiego, la paz interior. La posibilidad de asentarse en lo que uno es. Y darle espacio. Y hacerlo durar, como diría Calvino... Ese es el entrenamiento ahora. Expandir la calma, abrir su espacio en uno, cultivarla, abonarla, nutrirla, solidificarla. Y hacerla durar lo más que se pueda...