24 Jun
24Jun

Ante el empeño de algunos por desmembrar lo bueno que conocemos y cambiarlo por algo horrible que ni siquiera es humano, también los hay, y parecen ir creciendo en número, que se adentran, por distintos caminos, en las honduras más tiernas y sabias de sí mismos y extraen de ellas cantos profundos capaces de reconciliarnos con nuestras andaduras y desasosiegos. Y encima, tienen la generosidad de compartirlos: apartan su pudor e inseguridad y nos muestran de dónde vienen, por dónde han pasado, y dónde están ahora. Hay artistas de la confesión de muchos tipos. Pero los hay flamencos que en unos pocos compases te transportan rápidamente a ese punto en el que uno se sabe humano y agradece enormemente serlo. Por mucho que le haya tenido que dar muchas vueltas hasta reconocer su naturaleza falible y efímera y también divina y eterna.

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