A mí me sigue sorprendiendo que cuando acabo algo que me ha llevado mucho tiempo y para lo que he trabajado muy duro siempre tenga la sensación de que lo que se termina no volverá más: que se ha cerrado lo que nunca se volverá a abrir. Y en parte es cierto.
Pero lo maravilloso es que, al cabo de unos días, vuelva a tener ganas de ensayar una nueva carretera, de probar algo distinto, de arremangarme otra vez y tirarme al ruedo.
Incluso si uno piensa en su muerte, y ya ha tenido algún atisbo de transcendencia, sabe que lo que queda no tiene final.
¡La vida es una pasada!