21 Jan
21Jan

Hay veces que en el camino espiritual llegamos a cierto nivel de comodidad, habituados a nuestros retos comunes. Y hasta creemos que ya no nos puede sorprender demasiado lo que el Universo nos vaya a ofrecer. Algo por dentro nos dice que las cosas van a cambiar pero estamos agradecidos por las bendiciones que ya hemos recibido y nos conformamos amorosamente con ellas. Dejamos de pedir y, en mayor o menor medida, de esperar aquello que tanto queríamos, porque no llega ni a tiros, y aceptamos que no lo vamos a tener. Y todo está bien. Nos aclimatamos a nuestra realidad, que se ha vuelto no solo llevadera, sino de lo más disfrutable y feliz. 

Y entonces el Universo nos lanza una nueva propuesta, a menudo en un momento en el que estábamos completamente desprevenidos. Y nos sugiere que nos tiremos una vez más al río del que tantas veces hemos salido maltrechos y escaldados. 

Si nos lo tomamos con calma y medimos nuestros pasos y renunciamos a nuestras referencias de dolor al respecto y a sus memorias y no nos anticipamos a lo que vamos leyendo en la realidad, quizás tengamos una oportunidad de aprender algo.

No deja de pasmarse uno al comprobar, una y otra vez, lo que le gusta al Universo llevarnos la contraria...


Comments
* The email will not be published on the website.