Querer todo para sí es de las cosas más humanas que hay. Pero humanas infra desarrolladas. En un estado de comprensión más bien pobre, uno puede creer que debería tener todo lo que quiere. Y cuando no se lo dan, ponerse triste y patalear. Y es curioso la cantidad de gente aparentemente madura que actúa de tal modo. Y como la versión adulta es un poco más historiada, para justificar sus acciones no es raro que uno eche mano de argumentos tan disparatados como, por ejemplo: “Es que no hay para todos”, cuando se lleva, por el morro, los recursos naturales de un país.