Es curioso comprobar lo que nos cuesta hablar de este defecto. Como con solo mentarlo nos volvemos sospechosos de nosotros mismos y acusamos a los demás de tampoco privarse de nada. Cualquiera diría que nos sentimos culpables de disfrutar de las cosas. Y en la obligación de justificarnos si gozamos de prosperidad… ¿Será que no creemos merecerla?
También sorprende nuestra obsesión por la carencia. Lo que insiste la Economía en que los bienes son limitados. Y sin embargo, si abrimos los ojos comprobamos que la Naturaleza está encantada de proveer a todos los seres que habitan el planeta con lo necesario para vivir. Pues bien, es precisamente este defecto el que inspira a los humanos a temer verse desposeídos. El que nos empuja a apropiarnos de lo que, a menudo, no necesitamos.